Domingo de Sol Azteca
Nadie supo exactamente de dónde vino el primero de los huevos, pero la viscosa consistencia de la clara y la yema, así como su amargo aroma llenaban el patio principal del Comité del PRD nuevoleonés.
Furtivamente, alguien lanzó el proyectil al aire para estrellarlo contra la cara de una mujer durante la parte más intensa de la de por sí álgida asamblea del Partido de la Revolución Democrática de Nuevo León.
El objetivo central era que el partido saliera de la reunión con un nuevo dirigente estatal, después de la elección que arrojó a Eduardo Arguijo Baldenegro como ganador, aunque su nombramiento quedó congelado varias semanas debido al conflicto que el instituto político atraviesa a nivel nacional.
Pero los del Sol Azteca no pudieron dejar el conflicto en el ámbito de su Comité Ejecutivo Nacional y terminaron por bajar el problema a Nuevo León, con todo y dándose el lujo de realizar un espectáculo de enfrentamiento frente a los medios de comunicación.
Gritos, golpes, mujeres jóvenes y adultas golpeándose las unas a las otras entre gotas de agua, claras de huevo y muchas, pero muchas mentadas de madre que aderezaban las consignas por un lado a favor del presidente entrante, Eduardo Arguijo Baldenegro, y en el frente opuesto el ya trillado: “Es un honor estar con Obrador”.
Algún perredista iniciado lo reduciría a su mínima expresión: “chuchos contra pejistas”, o lo que es lo mismo, simpatizantes de Jesús Ortega de la tribu de Nueva Izquierda, contra los de Alejandro Encinas, de la corriente Izquierda Democrática Nacional.
La reunión había arrancado tensa de antemano y la hora que habían fijado para darle inicio quedaba como una mera buena intención tras una hora de espera a que Arguijo pronunciara el tradicional “sí, protesto”.
Furtivamente, alguien lanzó el proyectil al aire para estrellarlo contra la cara de una mujer durante la parte más intensa de la de por sí álgida asamblea del Partido de la Revolución Democrática de Nuevo León.
El objetivo central era que el partido saliera de la reunión con un nuevo dirigente estatal, después de la elección que arrojó a Eduardo Arguijo Baldenegro como ganador, aunque su nombramiento quedó congelado varias semanas debido al conflicto que el instituto político atraviesa a nivel nacional.
Pero los del Sol Azteca no pudieron dejar el conflicto en el ámbito de su Comité Ejecutivo Nacional y terminaron por bajar el problema a Nuevo León, con todo y dándose el lujo de realizar un espectáculo de enfrentamiento frente a los medios de comunicación.
Gritos, golpes, mujeres jóvenes y adultas golpeándose las unas a las otras entre gotas de agua, claras de huevo y muchas, pero muchas mentadas de madre que aderezaban las consignas por un lado a favor del presidente entrante, Eduardo Arguijo Baldenegro, y en el frente opuesto el ya trillado: “Es un honor estar con Obrador”.
Algún perredista iniciado lo reduciría a su mínima expresión: “chuchos contra pejistas”, o lo que es lo mismo, simpatizantes de Jesús Ortega de la tribu de Nueva Izquierda, contra los de Alejandro Encinas, de la corriente Izquierda Democrática Nacional.
La reunión había arrancado tensa de antemano y la hora que habían fijado para darle inicio quedaba como una mera buena intención tras una hora de espera a que Arguijo pronunciara el tradicional “sí, protesto”.
El conflicto se daba entre el presidente entrante y la presidenta saliente, Socorro Ceseñas Chapa.
El desacuerdo se reducía a que el grupo de Ceseñas exigía que únicamente se tomara protesta al nuevo consejo estatal y al presidente, y que se dejara fuera del orden del día la conformación de la mesa directiva y del consejo político, debido a que aún hay impugnaciones pendientes al proceso que dio el triunfo a Arguijo.
Ello sumió al presidente electo y a la presidenta en funciones en una larga discusión que fue evidente desde todos los puntos del patio central de la sede del partido, allá en el barrio del Mediterráneo.
Las 300 personas que habían acudido en calidad de consejeros entrantes, salientes o de invitados especiales simplemente atestiguaban cómo Arguijo iba y venía de una oficina hasta la silla donde aguardaba pacientemente Ceseñas con un reiterado “no” ante las propuestas para darle una salida negociada al asunto.
Incluso, durante una entrevista minutos antes, el único diputado local de este partido, Guillermo Gómez Pérez, advertía que durante las próximas semanas se caería el “teatrito” que estaba por suceder, en referencia a la toma de protesta, debido a que según él, la mayor parte de los militantes del Sol Azteca en Nuevo León no reconocen a Arguijo Baldenegro como su dirigente.
De las desavenencias políticas a los golpes, sólo había unas cuantas consignas de diferencia.
Por un lado los gritos a favor de Arguijo, por el otro los de López Obrador para opacar a los primeros, terminaron de elevar la temperatura de los militantes que acudieron a la asamblea.
Alguien hizo la travesura. Alguien, por algún motivo, llevó una canasta de huevos que no dudó en utilizar cuando los ánimos se alejaron de la cordialidad.
Primero fue uno, y de ahí los golpes: un grupo de cuatro mujeres que en momentos llegaba a más se fueron encima de una sola, y de los cabellos la jalaron a una marabunta de gente donde entre jaloneos y golpes le reclamaban posiciones políticas, supuestas amenazas y actos dentro del partido.
Una joven histérica se dio de golpes con otra muchacha, hija de Arguijo Baldenegro, mientras ésta le gritaba que de quien hablaba y a quien acusaba era de su padre.
Esa misma joven, terminó golpeando con pies y manos la puerta de la oficina donde a gritos denunciaba amenazas en contra de su madre, y siendo subida al segundo piso a rastras mientras Arguijo con micrófono en mano hacía un llamado a la concordia.
Una mujer recibió un golpe en la nuca de otra, y al intentar caminar hacia ella para enfrentarla, otras tantas la tomaron de los cabellos para golpearla en medio de una marabunta de gritos y mentadas de madre, mientras el ex candidato del PRD a la alcaldía de Monterrey, Francisco Fuentes, y el diputado Gómez Pérez trataban sin éxito de frenar la pelea.
Otro hombre de sombrero y camisa vaquera que también intentaba poner orden entre las mujeres, recibió como pago un salpicón en el rostro de algún líquido que, en el mejor de los casos, podría tratarse de agua.
Y en medio del barullo, Rubén Mario Garza, perredista aliado y operador de Arguijo, hacía llamados por el micrófono para que se volviera a la tranquilidad, que no se cayera en provocaciones, y denunciaba que había supuestos infiltrados en la asamblea que trataban de desestabilizar la reunión.
Tuvieron que salir Ceseñas y Arguijo juntos para calmar los ánimos y celebrar de inmediato la toma de protesta.
Finalmente, líderes entrante y saliente encontraron una salida negociada: Arguijo tomaría protesta como dirigente con el voto unánime de su nombramientro, nombraría una mesa directiva, y se dejaría la asamblea en sesión permanente hasta el sábado próximo –un día después de la visita de López Obrador al estado –para nombrar al comité político estatal.
Una vez como presidente estatal ungido, Arguijo trató de explicar el incidente que dejó el lugar con un intenso olor a huevo crudo.
“No pasa nada, el problema de nuestro partido es que algunos compañeros de nuestro partido le meten a la gente candela de más (…), estos militantes se apasionan y esas diferencias las reflejan a veces en golpes o en una provocación de violencia, pero no pasa de ahí”.
Al menos en eso tenía razón, el problema no pasó de la violencia.
Crónica y fotos de Antonio Argüello
Publicada en MILENIO Diario de Monterrey
el 19 de mayo de 2007