Saturday, November 11, 2006

The Ensaladator

El Gobernador de California acude a Cintermex a un evento de élite que dejó con la boca abierta a más de tres: Schwarzenegger prepara "ensalada amigos" al lado de Lulú Pedraza.

Arnold Schwarzenegger atraviesa el estómago de un joven vestido de punk con su puño derecho que sale ensangrentado al otro lado de su anatomía porque no le quiso proporcionar su ropa; Arnold pone un gesto todavía más inexpresivo cuando un hombre de color, pistola en mano le dice “vete al infierno” y le responde impávido “vete tú, idiota” antes de asesinarlo a tiros como si cualquier cosa; Arnold mata y golpea.
Y sí, Arnold Catorce Letras prepara ensalada junto a Lulú Pedraza y se saca de la manga que prepara una “ensalada amigo”, porque está preparada con lechuga, espinacas, fresas y frambuesas, ingredientes mexicanos y californianos, que según dice representan una metáfora de la amistad entre estados y naciones.
Algunos rieron y otros pusieron gesto de inspiración, como de héroe nacional en monografía mirando hacia los ideales.
“Esto no puede estar pasando”, más de un reportero se repetía.
A Federico Fellini le da ahora por manejar logística de funcionarios, o simplemente el Terminator y Comando se están aburguesando por mero placer.
Ya desde su inicio, el evento tendía hacia lo bizarro: un grupúsculo no mayor de 200 personas se placeaba por los salones Estados Unidos, Canadá y México en nivel más alto de Cintermex, iban de traje, las mujeres de vestido de cocktail y de todos lados brotaba el tinto, el blanco, el sushi, todo tan importando que hasta la cerveza era estadounidense.
También los idiomas iban y venían, algunos hombres y mujeres cambiaban con más facilidad del inglés al español que del agua embotellada a la copa de lo que fuera, mientras se preguntaban de qué demonios trataría el encuentro.
Nadie lo sabía con exactitud, ni los comerciantes, empresarios de todo tipo o representantes de restauranteros en el salón tenía certeza del motivo que justificaba su presencia ahí.
“No me preguntes, yo no se nada”, se escabullía un integrante de cámara al preguntarle el fondo de lo que estaba por suceder, “no entiendo qué hacemos aquí, no lo entiendo”.
Y como si le faltara más surrealismo a ese “Discreto Encanto de la Burguesía”, la nota llegó antes de que el evento sucediera: una agencia informativa internacional publicaba que Schwarzenegger se había encontrado con el gobernador Natividad González Parás en Palacio de Gobierno, que habían comido en el Museo de Historia y que después, había participado en un programa televisivo de cocina, acompañado de una famosa chef local... Su nombre era Lulú Pedraza.
La incredulidad no cabía en los rostros, pero si se tomaba en cuenta que los gafetes de staff y de prensa portaban la imagen idealizada del Catorce Letras con paisajes californianos de fondo y ostentando tremenda aureola cual personaje bíblico, una especie de Jesucristo modernizado y armado hasta los dientes que en vez de referirse a los romanos con el “no saben lo que hacen” se refiere a los ilegales con un “no saben lo que les espera”, entonces no había por qué hacer tanto escándalo.
San Arnoldo Suárez Pérez, ruega por nosotros, y qué más da que el evento se publique antes de que suceda; después de eso, ya todo era posible.
Por eso ya no causó tanta extrañeza cuando Conan el Bárbaro arribó al lugar y arrancó su discurso recordando su tiempos de actor, cuando conoció México filmando películas.
Que si Vallarta, que si algún desierto, alguna ciudad. Hasta se dio el lujo de recitarlas una a una: Conan The Destroyer, Total Recall, Colateral Damage, y Predator.
Para entonces ya todo se valía, desde el conductor de televisión local que hizo de maestro de ceremonias y a quien nadie le avisó que aunque el evento lo financiaba el gobierno de California, la mayor parte de los presentes hablaba español y con todo, lanzó un largo discurso en el idioma del invitado; o la pareja discutiendo sus problemas personales entre la prensa y el sushi, los empresarios que no sabían qué hacer ni dónde.
Una larga escena que por encima de todo sólo llevaba a una idea: el absurdo, el abusrdo cuya plenitud se dimensionó cuando Lulú Pedraza apareció en escena y preparó junto al gobernator ya no una ensalada de lechuga y espinaca, sino de cocina y asuntos internacionales, pues de algún modo consiguieron unir los temas en una sola conversación sin que se les salara la receta. Extrañas conversaciones.
Así, sería un cliché decir que al “Llámame Comando” sólo le faltó despedirse de la concurrencia con un “Hasta la vista, baby” o un “I will be back”; para el contexto más apropiado habría sido un “Me voy con mi perro andaluz a vivir la dolce vita, dice mi reloj blando que ya es la hora”.

Crónica por Antonio Argüello
Milenio Diario de Monterrey
11 de noviembre de 2006

6 Comments:

Blogger AlexSilvaAlex said...

Supongo que tus ganas de exhibirte en los blogs no han parado.

1:12 PM  
Blogger Tramontana said...

No puedo creer que hayan escrito del evento antes de que sucediera... muy 1984. Buena crónica.

10:35 PM  
Blogger Proyectos, Trabajos y Galería de fabiancavazos said...

*el idioma del wey ese es el austriaco, no el inglés que luego lo adoptó como propio al llegar a la tierra donde ahora es gobernator y trata de la chingada a los inmigrantes... he'll be back, por mi que se lo folle un camello (no se por que en realidad)

12:11 AM  
Blogger Laudanum said...

no que no tronabas, pistolita.

8:33 AM  
Blogger  said...

jejejeje

8:34 AM  
Blogger Alma Ramírez said...

pues a mí me gustó, fue un oasis después de la agonía de un texto socialité...

11:02 AM  

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